No sé cuánto durará este lastre
asido entre mis venas,
ni si la sangre correrá libre
el día que el acero falte.
Será una mañana en la que el sol luzca,
y los gorriones susurren
que es el momento
de sentir sin que duelo produzca.
Mientras tanto seguiré mirando esquiva
a las memorias que se arrastran
y me lanzan púas con su instantánea,
instándome a ser altiva.
¡Pesa tanto y es tedioso
tirar de esta placa
con tan permanente imagen
sin precipitarse a un hondo foso!
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