miércoles, 1 de diciembre de 2010

PRELUDIO

Cual ortigas que se adosan en el cuerpo.
Acaso sin rumbo, los poros se cierran
aferrados a vida muerta, sin más tierra
que la tierra de la vida que no invierto.

Cual silencios encerrados en la caja de los truenos.
Van y vienen, no se encuentran,
permanecen y reinventan,
nuestra inversa y desquiciable espiral de sentimientos.

Anhelo que de tenerle,
fui sufriendo y ya no espero.
Pues sus lágrimas, su espectro,
y su inverso sentimiento,
forjó mi jaula en cemento
rompió mis ansias de verle.

Y por eso hoy ya ni cuento,
ni me veo, ni me siento,
verdaderamente hombre, ser, fracaso o esperpento,
olvidado y condenado con mentiras al silencio.



Mas conluyo que merezco
que me sueñen y me inventen,
que me expresen que se siente,
si soy dulce, si soy fiero, si soy débil o estremezco.

Y universos que describan nuestro verso y nuestro aliento,
encuentros inesperados, casuales o hasta soñados,
que expresen nuestros abrazos, los besos o los fracasos,
o el millón de los pedazos, de corazón que hoy ni cuento.

Por eso mientras camino, mientras juego o mientras rimo,
me aprovisiono de sueños,
de letras y hasta de versos,
que describan los senderos de lo cierto y lo sencillo.

Pues si la ruta se enzarza no cabrá ya alzar el vuelo.
Cada llaga que anteayer cicatrizaba volverá ya hecha pedazos,
y avanzando a trompicones, más escuecen los regazos,
en los que antaño descansó el limbo de su consuelo.