¿La escuchas?
Afina el oído: porque retorna sin prisas
En tu nuca se deslizan sus risas,
aguarda a que tumbes las compuertas.
Y tu pecho, henchido de furia,
se deleita del sabor amargo
de las faltas, del tropiezo pasado,
de los sucios segundos
ataviados de desperdicio.
El frenesí del dolor tienta
y adecenta su plácida cama;
y junto a tu sien susurra
que no te marches de nuevo.
¡No rindáis vuestra alma
ante sus súplicas!
Tras su capa se esconde
la altanera desdicha.